«En Venezuela hace muchísima falta otra Mesa de Negociación y Acuerdos»
Publicado en Efecto Cocuyo
Texto por Laura Weffer Cifuentes
Caracas, Venezuela, 28 de febrero de 2016
Entre 2002 y 2006, el argentino, Francisco Diez hizo de Venezuela su casa. Trabajó activamente como mediador del Centro Carter en la Mesa de Negociación y Acuerdos, instalada en el país para remontar la crisis de polarización que afectaba todos los sectores. Conoció las luces y las sombras de este territorio. Olvidó cuántas veces se reunió con Hugo Chávez y con Nicolás Maduro. En una visita fugaz que hizo a Caracas, a propósito de su participación en las Jornadas de Reflexión sobre Procesos Electorales y Convivencia Democrática, organizadas por el Observatorio Global de Comunicación y Democracia y el Observatorio Electoral Venezolano; Diez asegura que ya no está empapado de la realidad nacional, pero de su análisis se desprende otra cosa. Ahora está inmerso en el proceso de paz de Colombia, en las conversaciones entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el gobierno de Juan Manuel Santos. También es directivo de la organización para jóvenes de escasos recursos que tiene el actor hollywoodense, Forest Whithtaker.
«Cuando me fui de Venezuela escribí un artículo que se llamó Los huérfanos de Chávez. El Presidente no se había muerto todavía, estaba muy enfermo; pero tuve la sensación de que se iba a morir muy pronto. Inmediatamente pensé; se muere y deja huérfanos a una camada de agentes políticos que se quedan sin equilibrador».
– ¿Usted cree que Chávez era el equilibrador?.
– Chávez de alguna manera, entre sus seguidores, mantenía un orden y en el campo adverso mantenía una razón para que estuvieran juntos; es decir, estaban todos en contra de él. Y para todos era una amenaza y de alguna manera con todos había una relación de padre a hijo. Me parecía que la desaparición de Chávez generaba un vacío y una orfandad. No solo de los hijos queridos, sino de los hijos que odiaban al padre. Y que desapareciendo su figura, habría una gran anomia de sectores sin rumbo, con mucha dispersión en los propósitos, la idea de país, la ideología. Chávez armaba un discurso que era escandalizador para la oposición, la razón por la que había que oponerse y la bandera de sus seguidores.
– Es significativo, que alguien como usted, que trabaja con la negociación y el consenso, haya identificado la figura de Chávez como un muro de contención; cuando la verdad es que su naturaleza era confontacional.
– Sí, bueno, pero es que esa confrontación generaba amigos y enemigos. Generaba un orden. Es como en un clan familiar, hay unos hijos favorecidos y otros relegados y cuando se muere el jefe de la familia, se rompen todos los patrones de funcionamiento.
– Eso suena como un grupo mafioso, una escena de la película “El Padrino”.
– Sí, más o menos. Y me parece que mucho de eso fue lo que pasó. Me parece que se demoró más tiempo del que yo me había imaginado. Cuando yo escribí ese artículo, Chávez no había bendecido a Maduro y pensé que no iba a dejar un sucesor. Ese hecho demoró la situación que creo que hay ahora: de atomización de todas las fuerzas (las oficialistas y las de la oposición). Atomización ideológica, de propósitos. Aunque esté la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) es obvio que hacia adentro han encontrado una manera inteligente de funcionar, pero hay diferencias prácticamente irreconciliables y eso genera atomización. Igual dentro del chavismo, aunque hay reconocimiento hacia el Presidente, hay atomización sobre los caminos que hay que priorizar y construir.
– ¿Eso sería porque Chávez no dejó claro un camino?.
– Chávez no dejó un camino, porque no dejó doctrina. También está la situación internacional: la caída de los precios del petróleo. Creo que Chávez no lo vio venir, la incapacidad de generar empresas productivas, de proyectos socialistas, el fracaso de autosostenimiento. Todo eso no entró dentro del campo de visión de Chávez y es una realidad que golpea al gobierno todos los días. El Jefe de Estado que conocí hasta 2006, no era un ideólogo ni era un dirigente que tenía un programa construido. Al mandatario posterior a 2006, a ese no lo conocí. Yo vi a Chávez un montón de veces y te puedo decir que durante los años que estuve trabajando con él, la oposición era un archipiélago y Chávez, en sí mismo, era un archipiélago. A veces era un halcón, a veces una paloma; a veces se peleaba con el imperio, a veces negociaba con él. Era un pragmático que estaba acumulando poder. La lectura que hago, es que durante ese tiempo fue armando su idea de cómo debía ejercer su poder después de las elecciones de 2006.
– Todavía la mención de la Mesa de Negociación y Acuerdo genera polémica.
– Yo me encontré, en Montevideo, con Elías Jaua tres años después de que nos habíamos ido, y me dijo: No sabes la maravilla que no estén más. Porque nosotros pensábamos acciones de gobierno y nos preguntábamos, qué pensara el Centro Carter, qué pensara la OEA. Después de que se fueron no había de qué ocuparse de los que estaban afuera para ver qué armábamos.
– Usted conoció a Nicolás Maduro cuando era diputado. Luego se convirtió en el enlace del Gobierno con la Mesa de Negociación, ¿qué opinión le merece?
– Para mi el hecho de que Chávez dejara un sucesor es algo de lo que lo convenció Fidel Castro. Y Nicolás es el mejor que pudo haber escogido porque si hubiese dejado a cualquier otro, hubiese sido peor.
– ¿A qué se refiere?
– Maduro es el que menos resistencia genera en comparación con los demás: Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, Elías Jaua o el mismo Rafael Ramírez. Por el mismo carácter de Nicolás y su manera de ser, es para los demás, el menos amenazante. Siempre fue un hombre de diálogo.
– Hasta que llegó al poder…
– Muchas veces sucede con los liderazgos, que se ven en la necesidad de adoptar posiciones duras, no tanto porque sean las posiciones que efectivamente quieren sostener, sino porque es lo que evalúan como necesario para mantener el liderazgo de su propio campo politico.
– Maduro pasó de ser el hombre que mediaba en la Asamblea cuando el juego estaba trancado, a tener una posición intransigente y ortodoxa.
– Es una pena porque yo creo que realmente no hay ninguna manera de salir, no te digo de esta crisis, sino de salir hacia adelante en Venezuela, sin acuerdos y diálogos. No hay ninguna forma. Mas allá de la crisis coyuntural y economica, mirándolo desde afuera el país necesita procesar todo lo que ha pasado estos veinte años. Necesita procesarlo como sociedad y encontrar formas de generar una dinámica de convivencia que le permita poner por delante objetivos comunes. Es absolutamente necesario que en vez de ponerse frente a frente, se pongan codo a codo. Es que si no, no hay posibilidad de avanzar y eso tiene que partir de la aceptación de la existencia y la legitimidad del otro. Las salidas tienen que incluir el reconocimiento de la legitimidad del otro.
– Tanto el Gobierno como la oposición juegan al reconocimiento de la legitimidad del otro en algunas ocasiones. En otras, simplemente no.
– Lo que se necesitan son acuerdo sustanciales que aseguren la satisfacción de necesidades básicas de la población. No solo económicas y sociales sino de horizontes, de derechos, institucionales. Para mí, uno de los problemas de la cultura política venezolana es la urgencia. Siempre tengo la sensación de que los políticos están tan impregnados de la dinámica mediática que no pueden pensar mas allá del titular de mañana. Y que pensar en una Venezuela a cinco o diez años es un ejercicio que a todos les parece una estupidez o ciencia ficción.
– ¿Cree que Venezuela está lista para otra mesa de negociaciones?
– Yo sé que hace falta. Hace muchísima falta por los números de la crisis: están al borde del default, ha aumentado la pobreza, la inseguridad. No hay espacio de convivencia, hay mucha confrontación. Hay problemas concretos y reales que tienen que resolver y que si hoy cambiara el gobierno chavista, y ganara la oposición, los problemas serían iguales y necesitarían que chavismo y oposición les dieran espacio. Se necesitan mutuamente y el país los necesita para que puedan trabajar para ellos. Para la gente. Es lo que esperan. Decía esta mañana en el encuentro, que me parece que el nivel de desilusión de los venezolanos es tan grand,e que el escenario está abierto para que ocurra cualquier cosa. Bien parecido al 98.
– ¿A qué se refiere?
– A cualquier tipo de liderazgo, distinto. Suponiendo que hubiese un escenario electoral en un futuro cercano y me preguntas quién gana, no tengo ni la más pálida idea. Puede aparecer una persona de cualquier lugar del país que los cautive a todos. Ahora ninguno está consolidado. Por eso hablo de la atomización de los liderazgos en ambos bandos.
– ¿Se le ha acercado alguien a plantearle la posibilidad de otra Mesa?
– Los agentes externos solo podemos hacer algo si somos convocados o requeridos por los decisores. Aparte, ha habido intentos y ofertas de Unsaur y de gobiernos de América Latina y hasta donde sé no han prosperado. Ojalá que sí, que lo hicieran.
– ¿Están dadas las condiciones hoy?
– El Presidente tiene legitimidad suficiente como para decir si quiere embarcarse en una negociación, y la MUD también. Creo que en este momento sería necesario un espacio de prenegociacion como se hizo con las Farc y el Gobierno. Estuvieron año y medio negociando en secreto las condiciones para la negociación de paz. Lo que hace falta es un espacio de renegociación secreta, que siente las bases de un proceso de generación de confianza que permita una negociación real.
– Ese preacuerdo no lo hubo en 2002.
– El otro un día un colega me preguntó cuáles habían sido los dos aprendizajes más grandes de que aquella ocasión: le dije que fue demasiado público y que el tercero era un politico que tenía intereses políticos: el secretario general de la OEA. Creo que hace falta un proceso que no sea público y un tercero que sea capaz de ayudar en un proceso de construcción de condiciones.
– Ahora Venezuela se encuentra ante la posibilidad de entrar ante un revocatorio, una enmienda, una nueva consulta…
– Me imagino que están buscando salidas. Yo creo que no son soluciones, sino que son salidas
– ¿Cuál es la diferencia?
– Hacemos una diferencia entre enfocarse en contener los efectos negativos del conflicto o transformarlo en un resultado positivo. Lo primero es cómo evitamos lo malo y nada más. Lo segundo, hagámonos cargo de lo malo y veamos cómo usamos parte de la energía para construir algo bueno. Poner foco en la construcción de algo en futuro. No solo terminar con lo que está pasando. El problema que veo es que la mayoría está enfocado solo en ver cómo terminan con la crisis alimentaria, de salud, política y nadie está pensando en qué vamos a construir y cómo. El otro día pensaba, si tuviera que reducir todo a una frase, diría: es la confianza, estúpido. No la economía. Si no generas confianza, nadie te tira una soga. Venezuela ademas es muy vulnerable porque no se alimenta a sí misma. Sin confianza no se construye un carajo.