Las lecciones del movimiento indígena ecuatoriano en las elecciones presidenciales 2021
Por Adriana Rodríguez Caguana
Publicado el 8 febrero de 2021 en el sitio Debate Constitucional
Terminamos la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador con un empate técnico por el segundo puesto entre el candidato de la banca, Guillermo Lasso, y el de Packakutik, Yaku Pérez. Ante la sorpresa de una elite despistada, que apostaba por una segunda vuelta con más votos para el candidato de derecha, se impuso la tendencia de una izquierda distinta promovida por el movimiento indígena. Nos ha dado lecciones en varios niveles, coherentes con la propuesta de Estado Plurinacional e Intercultural que alguna vez soñamos.
- Es necesario construir permanentemente una nueva izquierda, que se mida dentro de un proceso de acumulación de fuerzas, analizando la realidad concreta y en contra de dos tendencias actuales. Una burguesa-bancaria, con las más altas tasas de interés en la región; y la otra, que tiene como antecedente la lumpen burocracia, la cual se disfraza de izquierda progresista, pero su accionar fue siempre la del despojo, la centralidad y el autoritarismo. De esta forma, se concibe en el país una nueva posición democrática, nacional, popular y campesina, que disputa fuertemente la actual política.
- La política regional progresista no puede ser llenada con la receta de odios y pasiones que se construye en “buenos” discursos hacía la búsqueda de un “sujeto político” individualizado en la figura de un líder solitario. Es la expresión histórica de la lucha de un pueblo por más derechos, que se traducen en más democracia, en una sociedad divida por la violencia económica y social. No hay vacío político, como nos quieren hacer creer los populistas, el espacio está lleno y está en las calles.
- Las tensiones y los conflictos al interior de una organización es parte de la democracia interna intercultural. Desde sus orígenes el movimiento indígena ha tenido divergencias entre sus dirigentes y también entre sus bases. Esto no ha significado una ruptura interna, sino mayor comprensión y diálogo. Y es que la interculturalidad sin conflicto no existe. Para la política burguesa y la autoritaria-populista es mejor tener hegemonía en el pensamiento y en las decisiones partidarias (Siempre me llamó la atención que los seguidores del populismo se llamen así mismo “borregos”). Esto no es posible al interior de un movimiento donde se debate, pero, sobre todo, donde se convive con los desacuerdos. La gran lección -la más urgente en este momento para la sociedad ecuatoriana y no solo la clase política- es que las diferencias son deseables y saludables si existe un punto de llegada común. Se trata de trabajar en conjunto por sacar adelante a un país sumido en una fuerte crisis económica, sanitaria y moral.
- Las mujeres son dirigentes y no cuotas de género. De los tres candidatos, el único que tiene como binomio a una mujer es el candidato del movimiento indígena y esto no es gratuito. Obedece a la misma dinámica organizativa al interior de las comunidades y de las organizaciones, en el que las mujeres han tenido, históricamente, una participación como altas dirigentas en la toma de decisiones. Esta dinámica lo acerca también al movimiento de mujeres, que, si bien esperaba una postura más radical en cuanto a los derechos de autonomía, sigue respaldando al candidato indígena.
- El discurso ecologista tiene pertinencia en las crisis económicas. Tanto el candidato populista como el de derecha siguen apostando por el desarrollismo a costa de la naturaleza. Para ellos no hay otra salida que el extractivismo. Yaku Pérez, coherente con su discurso, muchas veces burlado por el pensamiento antropocéntrico, sostuvo que sin respeto al agua no hay desarrollo, incluso en tiempos de crisis. Si algo nos ha enseñado la pandemia es que podemos vivir de forma sencilla, sin lujos, pero no podemos sobrevivir sin elementos básicos, como el agua, el aire y los alimentos. Para esto es necesario replantearnos nuestra relación con la naturaleza. No es en absoluto un discurso superfluo, sino el más sensible e inteligente.
Podríamos hacer muchos numerales más para reflexionar sobre las lecciones que nos ha dado el movimiento indígena. Pero por ahora con estas son suficientes para saber que “otra” propuesta transformadora es posible en medio de la decadencia binarista. Si la derecha oligárquica ecuatoriana odia más a Correa, no es porque sea “más de izquierda” que Yaku, sino por la división interna que provocó en su gobierno. Esto puede explicar el surgir de un candidato de centro, Xavier Hervas, quien ya dijo que no apoyará a nadie en la segunda vuelta. Tampoco se acerca a Yaku porque lo consideran suyo -como difunden desde las redes del correismo- sino porque probablemente consideren que es más fácil dialogar con dirigentes democráticos o simplemente sigan creyendo en el pensamiento colonial de la posible “manipulación”. Sin embargo, la democracia intercultural tiene más potencial transformador de lo que pensamos. Si algo más hemos aprendido de este proceso es que el autoritarismo deberá ser desterrado para siempre de la izquierda.